Semana Santa
La Semana Santa es, sin lugar
a dudas, época de tradiciones por excelencia. Llevaba -y lleva consigo- un
sin fin de cultos y creencias que entrañan cierto aire de misterio.
En Albelda, al margen de las tradicionales procesiones que siguen
realizándose en nuestros días con igual rito y solemnidad que en toda
España, había otras muchas que desaparecieron. Tal es el caso de "Los ramos
de laurel en el balcón", "La quema del Judas" y "Las matracas y tinieblas"
costumbre de gran arraigo donde se mezclaba la religiosidad con lo puramente
popular y festivo.
Los Ramos de Laurel en
el Balcón
Durante las últimas horas del
Sábado Santo y las primeras del Domingo de Resurrección, los mozos que
tenían compañera sentimental y mientras éstas dormían, colocaban en los
balcones de sus casas un ramo de laurel adornado con cintas, rosquillas,
naranjas, caramelos y otras golosinas. A la mañana siguiente, entre el
júbilo y la alegría de las prometidas al ver en sus balcones el hermoso
ramo, la juventud del pueblo iba de casa en casa observando cuál era el ramo
más bonito y mejor adorando. Las mozas, llenas de satisfacción, se quedaban
con el obsequio de su amante.
Esta costumbre alegórica se realizaba en ofrenda del amor que le procesaba
el prometido a su amada y como símbolo individual de alegría por la
resurrección de Cristo.
Dicha tradición sabemos que
existía e el año 1880 y desapareció e el 1962.
También existió una antiquísima costumbre que se realizaba con los ramos de
laurel que habían sido bendecidos durante la misa del Domingo de Ramos.
Algunos devotos, ciertamente supersticiosos de nuestro pueblo, al término de
la misa, colocaban en los balcones de sus casas las ramitas bendecidas
creyendo que era lo idóneo para ahuyentar las tormentas.
La Quema de Judas
El Domingo de Resurrección,
después de la misa mayor, era costumbre colocar en la calle Mayor -de
balcón a balcón entre las actuales viviendas de Ramos García y Norberto
García- un muñeco de trapo que simbolizaba a <Judas>, el cual era
posteriormente quemado.
Esta costumbre se realizaba en bastantes pueblos riojanos (Clavijo, Alberite,
Murillo,
Uruñuela, Huércanos, Alfaro, Calahorra) y en alguno de ellos aún perdura.
Aunque con orígenes basados en un dato bíblico -Judas arrepentido por
traicionar a Cristo, se ahorca y muere- y como símbolo de venganza del
pueblo hacia el traidor, esta tradición tenía más bien un carácter popular y
festivo donde se mezclaba la algaraza y la risa de las gentes en
contraposición con la seriedad y el silencio de la Semana anterior.
Los orígenes de esta práctica se desconocen, únicamente se sabe que existía
en 1919 y que posiblemente se hubiera realizado en épocas remotas,
desapareciendo y volviendo a resurgir. La existencia de esta tradición fue
muy breve, desapareciendo en 1930. Las causas de su extinción fueron debidas
a la poca asistencia de los Albeldenses a este ritual y por los hechos
acontecidos durante ese año. Mientras quemaban el <Judas>, unos niños
cogieron un trozo de trapo ardiendo que fue a parar a la "gavillera" de la
casa de Manuel Mazo, incendiándola por completo y propagándose el fuego por
el resto de la casa.
A partir de entonces, nunca más se ha vuelto a realizar esta ancestral
tradición.
Nos encontramos con dos rituales católicos que posiblemente tuviesen sus
orígenes en la Edad Media. Admitido esto, es lógico que durante aquella
época se realizasen debido a que estuvo fuertemente marcada por la
superstición, el misterio y un acentuado fanatismo religioso popular.
Matracas
No sabemos con certeza cuándo
tuvo sus orígenes en Albelda, únicamente tenemos referencias que datan del
siglo XVIII.
Esta costumbre se realizaba durante la Semana Santa y consistía en hacer
sonar una madera de forma rectangular que llevaba una especie de picaporte o
pequeño martillo que se movía por medio de un eje.
Durante los días Miércoles,
Viernes y Sábado Santo se realizan los llamados "maitines" u horas de rezo
de los curas. Constaban estos rezos de tres "nocturnos", compuestos cada uno
de tres "Salmos" y las "Lamentaciones de Jeremías", finalizando el rezo con
el Miserere. Cuando el rezo se terminaba, el sacerdote daba unas palmadas de
aviso a los niños que llevaban las matracas para que las hiciesen sonar.
Como anécdota, siempre había algún bruto, que con una piedra de tres o
cuatro arrobas, golpeaba la tarima de la Iglesia al compás de las matracas.
El día de Jueves Santo
durante la misa mayor se cantaba el "Gloria", tocando una campanilla desde
que empezaba el canto final. A partir de ese momento y hasta el día de
Sábado Santo, no se tocaban las campanas de la Iglesia ni el órgano durante
las celebraciones. Así, en el culto al "Santísimo" y en la elevación de la
"Hostia", durante la cual el resto del año sonaban las campanillas, ahora
sonaban las matracas, del mismo modo que a la hora de las celebraciones se
oían por las calles la llamada "a los oficios", "a los maitines", etc. Las
matracas - al igual que las campanas - tocaban tres veces cada vez antes del
comienzo de cada acto.
Los niños que portaban las
matracas se detenían en cualquier calle del pueblo y media hora antes del
comienzo de cada acto decían:
<<A los oficios, el primerooooo>> y empezaban a caminar haciendo sonar las
matracas, las cuales emitían un sonido sordo y reiterante:
<<Traca, traca, tracatracatraca>>
de la misma forma anunciaban el segundo y el tercer aviso antes del comiendo
de cada acto.
La extinción de esta costumbre data de 1967, tras el Concilio Vaticano II y
debido al desinterés cada vez más generalizado por la gente por esta clase
de cultos.
Tinieblas
Todos los viernes y domingos
antes de Cuaresma se realizaba dentro de la Iglesia el <Via Crucis>. El
Jueves y Viernes Santo se sacaban las imágenes en procesión y también se
realizaba el <Via Crucis>.
Durante el rezo de los "nocturnos", se ponían velas en el presbiterio que un
monaguillo apagaba, una a una , en la terminación de cada "salmo", dejando
solamente una sin apagar que recibía el nombre de "vela María". Esta vela se
introducía encendida en la sacristía quedándose la Iglesia a oscuras, siendo
entonces cuando se procedía a cantar el "Miserere".
Este misterioso ritual se dió en llamar "Las Tinieblas" y constituía una
tradición más de la Semana Santa Albeldense.
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